Habitar en plural

Habitar en espacios comunitarios.

Analizar tres proyectos de viviendas sénior –uno habitado, otro en construcción y el tercero en redacción– desarrollados a lo largo de un período de quince años, permite vislumbrar la progresiva incorporación de estrategias de sostenibilidad social que fomentan el uso de lo común y velan por la idea de comunidad. Para ello el análisis se desplaza de la tipología a la agregación donde estas estrategias se implementan.

En el proyecto de Glorias (2008–2017), desarrollado en colaboración con el despacho de Bonell i Gil, los espacios comunitarios polarizan los recorridos de los habitantes desde la planta de cubierta de cada edificio, provista de lavandería, porche, tendederos y patio solárium, hasta las salas polivalentes, que asoman a la terraza compartida sobre el zócalo de equipamientos. Así, esta disposición permite que todos los usuarios de los tres bloques puedan relacionarse en este espacio exterior y compartir las tres salas polivalentes como una única comunidad. En el zócalo, un casal y un centro de atención primaria componen el programa mixed-use del edificio y extienden la convivencia a otra escala de espacios, abiertos al barrio. Un espacio público ajardinado y elementos de fitness para la tercera edad amplían el ámbito de interacción social en el entorno inmediato del edificio. En este proyecto las circulaciones separan espacios y funciones.

Viviendas para habitar en comunidad en Barcelona.
140 viviendas dotacionales en la calle Venezuela, Barcelona (en construcción), Peris+Toral arquitectes. Render © Peris+Toral arquitectes (izquierda) Foto © José Hevia (derecha)

Sin embargo, en el proyecto de la calle Venezuela en el 22@ (2019–2023), las circulaciones conectan más que separan. Además de conectar espacios, conectan personas, transformándose así en espacios de relación. Una pasarela que atraviesa cinco patios se amplía en generosos rellanos de entrada y conecta las viviendas, los núcleos verticales y las salas polivalentes. Las viviendas colonizan los rellanos con unos volúmenes de acceso que, a modo de espacios intermedios, filtran la relación entre lo comunitario y lo privativo mediante celosías de madera. Los rellanos disponen de una superficie suficiente para que cada usuario pueda apropiarse del espacio, dotándolo de identidad.

Reconocer su casa, sus plantas y sus enseres personales hace visible al usuario, frente al anonimato de las puertas estancas tradicionales que fomentan la individualidad, el aislamiento y la autosuficiencia. No existe, pues, discontinuidad entre dentro y fuera. Este hecho promueve un sentimiento de pertenencia e interdependencia y, nos atreveríamos a decir, un cambio de actitud frente a lo común, que deja de ser de nadie para ser de todos. La pandemia nos ha demostrado que desde el aire que respiramos y nos contagia hasta lo que contaminamos, hoy todos somos interdependientes. Como afirma la filósofa Marina Garcés en su libro Un mundo común: «La verdadera contradicción de la vida moderna no se da, por tanto, entre la cara pública y la cara privada del individuo–ciudadano sino entre su autosuficiencia y su dependencia».

En lugar de disponer los espacios compartidos en los polos del edificio como en Glorias, aquí se invierte la relación y en los polos se sitúan los núcleos verticales de comunicación. El programa común se encuentra por el camino en lugar de hacer camino para encontrarlo. Esta disposición permite además una manera de moverse en bucle por el edificio. La escalera de evacuación es, pues, un recorrido alternativo al núcleo principal, que fomenta la salud cuando la movilidad personal lo permite. Así, es posible acceder mediante el ascensor a la azotea, dotada de lavandería, tendederos, solárium y huertos, y bajar por la escalera en el otro extremo del edificio para volver a la vivienda. De esta manera, no se fomentan únicamente recorridos, sino que también se ofrece al usuario la libertad de elegir cruzarse o alejarse de sus vecinos, según su estado de ánimo. Todas estas circulaciones y ocasiones de encuentro discurren en un gran atrio bioclimático que integra los distintos programas habitacionales que se superponen en sección: viviendas dotacionales, viviendas de alquiler social y alojamientos.

Habitar una casa con otros séniors es una propuesta cada vez más común.

Can 70, Cohousing cooperativo senior, Barcelona (en proceso), Peris+Toral arquitectes. Render © Peris+Toral arquitectes

En el proyecto para la cooperativa senior de Can 70, se comparten espacios comunes tanto en los polos del edificio como a lo largo del mismo. Ya sea en el zócalo, que recoge los dos edificios del conjunto, como en las terrazas, que ofrecen miradores en las últimas plantas, o en la escalera y el rellano del ascensor, que se entienden como una generosa galería de acceso a los clústeres que funciona como jardín de invierno o porche en verano. Se trata de transformar el núcleo en un espacio de socialización, como un espacio intermedio de comportamiento reversible que implementa a la vez una estrategia de sostenibilidad social y ambiental.

Un espacio para habitar en compañía y de forma sostenible.

Can 70, Cohousing cooperativo senior, Barcelona (en proceso), Peris+Toral arquitectes. Render © Peris+Toral arquitectes

Orientar el núcleo vertical a sur, con vistas al jardín, es una decisión poco convencional que da cuenta de hasta qué punto, cuando se prioriza la dimensión común del edificio, cambian las reglas de juego. Y cambiar las reglas de juego es tal vez el primer paso para cambiar el modo de habitar. Un modo de habitar en clúster que permite reducir el espacio privativo para incrementar el espacio compartido. Poner en plural el habitar, compartir, no solo será la clave para tener acceso a una vida sostenible y responsable con el medio ambiente, será la clave para mitigar la soledad, esa otra pandemia que invisibilizada en el interior doméstico acecha en silencio a nuestra sociedad.

Imagen principal: 105 viviendas, CAP y casal para gente mayor en Glorias, Barcelona, Peris+Toral arquitectes. Foto © José Hevia